lunes, 29 de septiembre de 2008

De valientes y pequeños.


Hay gente que inspira.

Allí estaba, pequeño como un ratón
, a la puerta de un bar donde seguramente estaban sus padres ajenos a lo que pasaba fuera. Con no más de seis años y solo, le plantaba cara a un grupo de cinco o seis skaters, que probablemente le doblaban en edad, y desde luego en estatura.

"No se pintan las paredes". La vocecita me trajo a la mente el cuento de Garbancito que de niña oía en un disco. Me hizo pararme y observar a distancia. Quería ver a un valiente. Los mayores le rodeaban, y con aire vacilón le preguntaron que qué había dicho. Pero el ratón no se achantó, se mantuvo erguido, con la seguridad que da saberse en la razón: "Que no se pintan las paredes". Los otros se movían entre confundidos e inquietos, molestos por haber sido pillados en falta, pero sobre todo (o eso me pareció) tan impresionados como yo por ver a un valiente. Alguno de ellos negó la mayor. Otro rió nervioso. El ratón se mantenía firme como un soldado. En ese momento un adulto abrió la puerta del bar, debió percibir algo porque, aunque la escena no había pasado de ahí, la tensión era evidente. El grupo se disolvió y el pequeñajo entró muy tieso en el bar, pero sin chivarse. Parecía un general pequeñito.

No podía dejar de sonreir. A mis años estaba descubriendo que los valientes no se hacen. Nacen.