viernes, 3 de octubre de 2008

Bolsón Indio


(La venganza de Moctezuma)

Un personaje de una película que vi hace tiempo decía que cuando estás de viaje no haces más que tonterías, como comprar cazadoras de cuero por el doble de lo que valen. No hacía mención expresa a las maletas y bolsas de viaje, pero creo que pueden quedar perfectamente incluidas en el comentario. Esas bolsas que tienes que comprar porque en la maleta ya no cabe ni una horquilla más y, ¿cómo te vas a llevar todo lo que has acumulado?: los regalitos para familiares y amigos que con tanta ilusión compras y que se suelen recibir con cara de pez; la figurita de un personaje de la mitología local, que en ese momento te interesa muchísimo y cuyo nombre habrás olvidado antes de subir al avión de regreso; el poncho artesano, tan mono, tan colorista, que cuando vuelvas a tu fría y triste ciudad encontrarás un poco fuera de lugar y no te pondrás más que una vez...

Pues el contenedor de todo ello acaba siendo un souvenir más, que peleas duramente durante media hora de regateo con una nativa impasible ante tu agresiva táctica de compra. Al final te llevas el bolsón más estrafalario del puesto, el más chillón y el más caro. Y lo que es más, te lo llevas convencida de que has hecho la compra de tu vida, lo que dice muy poco en favor de tu agresiva táctica, que no vale un pimiento comparada con la táctica pasiva de la nativa en cuestión.

Y el artefacto cumple su cometido. Embutes en él chales, sombreros, folletos, dioses mayas y un par de zapatillas que no encuentran el huequito de maleta en el que vinieron. Y llegas a casa, y desparramas por todas partes ropa, compras, regalos y maletas; y durante tres o cuatro días tu salón (habitualmente ordenado) se parece mucho a Hiroshima, hasta que milagrosamente cada objeto, autóctono o importado, va encontrando su lugar. Y llega un momento en que sólo queda la bolsa. Y la miras. Te enfrentas a ella cara a cara. Reconoces ese tufillo que desde el primer día la ha caracterizado, y decides: "te voy a lavar".

Ante la ligera sospecha de que pueda desteñir optas por acometer la operación a mano, en el cuarto de baño. Primero en el lavabo, aunque en vista de que el tejido está aumentando peligrosamente de volumen decides un rápido traslado a la bañera. Sobrevuelas el inodoro, cuya tapa queda regada de un líquido oscuro ("luego lo limpio"). Ya en la bañera, además de hinchar, parece que la bolsa se está desangrando. Sin embargo su voracidad por el jabón es infinita, y cuanto más le ofreces más crece, más sangra y más aclarado por delante que te queda. Por fin comprendes que la jodida bolsa es capaz de beberse un litro de Norit y comerse al borrego después. Empiezas a aplicar agua a chorro, para eliminar la espuma carmesí que amenaza con salirse de la bañera y tragarte a ti también. No es suficiente. Con la ducha. Las salpicaduras han pasado a parecerte un problema secundario.

Poco a poco el volumen de las cosas vuelve a ser lo que en principio era. Sólo queda encontrar un lugar para tender y acabar de manchar el pasillo en el trayecto. A estas alturas el baño parece La Matanza de Texas, tienes la cara salpicada de pecas rojas, la espalda dolorida y los brazos violetas hasta los codos, y sobre todo tienes la sensación de que Cuauhtémoc, sentado en un Olimpo de pirámides y serpientes emplumadas, se descojona abiertamente de ti.

14 comentarios:

Alberich dijo...

Jajajajajaja...


...en el fondo, nos merecemos estas venganzas de andar por casa, no?;)
un beso!

Ado dijo...

jajaja, a tanto no he llegado yo, pero reconozco que en los viajes compro cosas que no necesito o que después no me gustan.

Lal dijo...

Juassss, meowyn del todo, Ina.
Esos maravillosos recuerdos que inevitabalemente se compran y, al poco, inevitablemente tratas de hacer desaparecer...

Lenka dijo...

Me paaaaarto!!!! Es que, además, he podido verme en ambas situaciones: comprando cosas tontas que luego no sé ni ubicar (aunque cada vez me pasa menos) y fregoteando alguna prenda maldita que me organizaba el mismo cristo que tan bien acabas de describir.

Buenísimo, Ina. Y ahora dinos: se fue el olorcillo al menos?? (A mí me costó meses acabar con el olor a cabra de un bolso de cuero que le compré a un argelino. Ahora sí, el bolso aún me dura nuevito, milenios después) Y más aún: le quedó algo de color???
;-)

Ina dijo...

Huele como los mismísimos ángeles del cielo de mimosín, ahora si, el "Rosa México" ha pasado a "Rosa Meseta" No se puede tener todo en la vida.

Cris dijo...

Jajaja. Pues es verdad en los viajes compramos cosas que luego no necesitamos.

Eli dijo...

Jaja, Ina, real como la vida misma.
¡Y que no escarmentamos, oiga!
Pero no importa: si hay que volver a hacerlo, se hace ¿verdad? ;¬)

MacVamp dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
MacVamp dijo...

Los tintes de mi tierra son muy malos, la mayoría de las ocasiones, y más los que se usan para la artesanía :P

Además, me dá la impresión de que se trataba de una bolsa hecha con "ixtle"... Ya es tarde para decírtelo, pero, ese material no se suele lavar. Precisamente porque no absorbe del todo bien los tintes. Y sí, suele desprender un olor muy característico pero es el natural de la fibra.

Y bueno, quizá sepas que aquello de la "Venganza de Moctezuma" (antepenúltimo emperador azteca, Cuauhtémoc fue el último) se refiere a lo que suele ocurrirle a los extranjeros cuando consumen la comida de mi tierra (la gran mayoría sin costumbre alguna para las comidas especiadas, por ejemplo) o que muy confiados abren el grifo y beben ese agua. Como comprenderás, la venganza se basa en una diarrea que casi acaba con la víctima en cuestión.

Saludos,
Mac

Ina dijo...

¡No sabía que eras mexicana MacVamp!Acabo de llegar de mi (espero) primera visita a tu pais, y ya lo echo de menos. Vuelvo enamorada de la tierra y de los habitantes.

Lo de la venganza si que lo sabía, pero el estado de mi baño me pareció una venganza aun más refinada. La bolsa la compré en San Juan de Chamula (Chiapas), a una niña india (no más de 8 años) que no veas lo dura que era para los negocios, la tía. Y si, quizás no debí lavarla, pero el olor era muy fuerte.

JR dijo...

muy bueno. Yo es que odio las tiendas de souvenirs, y siempre que voy de viaje acabo yendome solo por ahí mientras los demás compran regalos. Y al final vuelvo a casa con periodicos, postales gratuitas y jabones de hotel para regalarle a los amigos.

Jose dijo...

anda!! Ina con blog y me tiene hasta linkeado y no me dice nada!!habrase visto...

jaja!!te ha quedado de monologo del club de la comedia, pero es que a veces lo más cotidiano es lo que más se presta!! (todavia tengo guardado debajo del armario mi coleccion de sombreritos tipicos que me traje de Tunez... :( )

Cris dijo...

Jajaja jose. Es que nos pasa a todos, que vamos descubriendo el blog de Ina poco a poco. Pero cuando lo descubres encuentras maravillas. ;)

Ina dijo...

Gracias por los comentarios a todos. Y a las visitas que no comentan también, gracias.