jueves, 2 de octubre de 2008

Cartas no enviadas.


(Eso que se ahorra el mundo)

Pues ahora que no estás, te escribo. Siempre que escribo algo, algo un poco serio claro, algo que vaya más allá de la lista de la compra, acabo llorando. Así que me disculpo de antemano, y de paso te disculpo a tí, porque aunque no vayamos a reconocerlo ni tu ni yo, esto tiene toda la pinta de ir a acabar fatal. Por tu parte, puede. O por la mia. Pero tengo la certeza de que uno de los dos, si no los dos, va a salir herido de aquí.


Pero sigamos así, fingiendo que es todo estupendo, que no pasa nada. Y en verdad lo es, estupendo digo. Es maravilloso sentirse atendido después de tanto tiempo. Cuarenta días en el desierto pasó Jesús. Cuarenta años me parece a mi que llevo en el varadero. Como un pesquero viejo, con tantas manos de patente y de pintura, de pintura y de patente, que ha engordado seis pulgadas y, aunque las cuadernas se pudrieran y desaparecieran, el casco aguantaría estóico otro invierno más. Así estoy yo. Todo fachada. La apariencia me mantiene en el mundo. Maquillaje de la vida. Lo accesorio como único asidero.

Y me está dando pánico que me apetezca escribir. Algo tan aparentemente inocente. Recrearme en la caligrafía. Un mero ejercicio ¿estético? La última vez que me dio por escribir con regularidad... bueno, digamos que no me sentó demasiado bien. Afortunadamente, en uno de los escasos momentos de lucidez que tenía por aquel entonces, decidí no enviar ni una sola de aquellas cartas, de hecho, la única que envié no era mía. Era un escrito muy cursi, en idioma argentino, con una breve introducción de mi puño y letra; pero la carta, el texto en si, estaba impreso, tal cual lo encontré en internet. Supongo que no es demasiado romántico recibir una carta de amor en helvética 9 ptos. Que te quieran con las palabras prestadas. Supongo. Pero es como fue. Sin embargo las demás, las otras cartas, las que si escribí yo, mucho más dolorosas y sinceras, y mucho peor escritas, nunca llegaron al buzón. Adonde sí llegaron fue a un contenedor de basura, sin duda un destino más acorde con su naturaleza, o al menos así lo sentí entonces. Todas juntitas eso sí, como buenas hermanas.

Bien está. No merecían un final más épico como una hoguera. Además, la suma de todas ellas resultó ser un buen montón de papel y hubiese necesitado una pira de cierta dimensión. No, el vertedero municipal es más que suficiente. Porque debo reconocer (sin el menor remordimiento) que esa vez no reciclé. ¡JA!

8 comentarios:

Lenka dijo...

Paso de puntillas ante algo tan íntimo, sonrío ante esa declaración final (qué bien se queda una a veces cuando se permite un pataleo!), te dejo un beso y hago mutis... por el foro, obviamente.

Eli dijo...

A mí también me ha dado la sensación de ser un poco voyeur, Ina. Has escrito algo muy hermoso y muy triste y sólo disiento contigo en una cosa: seguro que los sentimientos de esas cartas eran demasiado buenos para el contenedor.
Besos, cielo.

Eli dijo...

¡Ah! Se me olvidaba: preciosa ventana :)

Cris dijo...

Que bonito Ina!!!Un besazo enorme.

Ado dijo...

Hoy has escrito algo muy personal y triste, pero precioso. Besos.

PD: Siempre se recicla, que los árboles no tienen culpa (jajaja Es broma)

Alberich dijo...

Vaya!...
cuánta ¿tristeza, melacolía? se respira detrás de tus palabras, Ina...
Si un extracto de tu corazón se muestra tan radiante y bello, no entiendo como puedes pensar eso del maquillaje
:(
Me dejas mudo, amiga...sólo sé q quiero deseart lo mejor de la vida entera.

Ina dijo...

Gracias a todos por la preocupación que mostráis (y por la discreción también), pero pese a lo que pueda parecer, ya no es un tema triste, es un exorcismo para empezar a reirme de todo lo que me haya dañado. Besos. Sois fantásticos.

Lenka dijo...

Aaaaah, los exorcismos son geniales. Yo también los realizo a golpe de pluma o teclado (era evidente, verdad?)

Enhorabuena por el tuyo. Renacida, más sabia, más bella. Y sin falta de maquillaje. Seguro.
Besos.